//
archives

Archivos para

Eloy Valtierra, un ser visual

Por Yesi Arrieta

En el número 13 de la calle Orizaba, en el tercer piso, se encuentra la agencia de fotografía Eikon, que dirige el fotoperiodista mexicano Eloy Valtierra Ruvalcaba.

Originario de un pueblo mágico, San Luis Ábrego, municipio de Fresnillo, Zacatecas, su mirada se llenó de bellas imágenes desde su infancia. Hijo de Socorro Ruvalcaba y Juan Valtierra, ocupa el lugar número siete de once hijos, de los cuales tres más se dedican a la fotografía: Pedro (el mayor), Victoria y Rodolfo.

Cuando tenía aproximadamente cinco años su familia tuvo que migrar a la Ciudad de México en busca de oportunidades.

Me recibe vistiendo una camisa azul y pantalón negro; al principio muestra seriedad pero conforme avanza la charla su rostro es de un soñador, siempre sonriendo con la mirada hacia arriba, recordando todos sus momentos fotográficos. Tez morena, su cabello negro pinta una que otra cana por sus cincuenta años, usa lentes y ni los truenos de la lluvia que se aproximaba nos interrumpen…

Eloy Valtierra. Foto: Eikon.com

“Para nosotros la gran maravilla de la vida es ver las formas, las porciones, los movimientos, todo lo que vemos lo transformamos en lenguaje”, relata entusiasmado cómo fue su acercamiento a la fotografía, pero antes de iniciar hubo algo que yo no me explicaba, cuando un día busqué en el archivo de las tesis de la Biblioteca Central el trabajo que realizó para la maestría en Artes Visuales este año y descubrí que Eloy Valtierra era licenciado en Biología.

¿Biología? Siempre le interesó la cuestión social, sin embargo, decidió entrar a la Facultad de Ciencias a estudiar Biología, “trataba de no seguir a mis hermanos, la mayoría estudió ciencias sociales, yo elegí biología, por qué no elegir algo más complicado”.

“Yo siempre fui un chamaco con interés de construir cosas, por preguntarme por todo lo que veía, siempre andaba chachareando, lo que aprendía en la escuela lo quería reproducir en mi vida, sin embargo siento que la fotografía me jugaba ciertos acertijos para acercarme a ella”, menciona.

Eloy recuerda que un día al entrar al cuarto donde su padre trabajaba vio la cámara oscura “ahí siempre jugaba, el sótano no tenía luz pero tenía láminas en la parte del techo de metal, ya estaban carcomidas y estaba buscando una herramienta y vi cómo se reflejaba el cielo y el sol sobre la mesa, me pareció algo muy interesante y me pregunté el por qué, me fijé y el techo tenía un agujerito y que por eso pasaba la luz, la mesa estaba llena de aserrín, vi las nubes sobre eso, me asomé y efectivamente, la imagen coincidía”.

Su hermano mayor, Pedro Valtierra de cierta manera lo introdujo al mundo de la fotografía, pero no del todo ya que Eloy trataba de darle la vuelta y no trabajar en eso, sin embargo, la fotografía siempre estaba presente: “En mi familia nos absorbió a todos, cuando llegaba Pedro nos reuníamos en la cena para ver las fotos, desde chicos él nos dejaba una cámara para experimentar, a los dos o tres días él llegaba con las fotos impresas, me daba curiosidad”.

Hubo otra vez donde más señales se hicieron presentes, se encontró una cámara en la calle, no había nadie, las cortinas de los negocios estaban cerradas y decidió quedarse con la cámara y practicar.

Más tarde, decidió tomar el libro de su hermano, resolver la duda, cómo de ese aparato se obtenían imágenes, leyó que habría de tener químicos, revelar en un sitio oscuro y lo inició con una que otra mentira, para conseguir el revelador y fijador, una vez conseguidos se escondía debajo de su cama, ya que si lo descubrían se llevaría un buen regaño, le gustaba ser autodidacta ya que aseguraba que siempre y cuando el libro contuviera las instrucciones él podía realizar cualquier cosa.

El Salvador, 1989. Foto: Eloy Valtierra

Luego se las ingenió para construir su propia ampliadora, con cartón, cajas de zapatos o de huevo, cinta adhesiva, un foco, un socket y listo, luego de varios intentos, hacer varias ampliadoras en su niñez, hasta recuerda con risas, que se le llegó a prender el cartón por el calor que producía el foco, recordó entre risas. Eloy empieza a ampliar sus primeras fotografías.

Estudio en CCH Naucalpan, ahí metió varios cursos de cine, seguía practicando con su cámara. Unido siempre a su hermano Pedro, le ayudaba de vez en cuando en su archivo fotográfico, lo acompañaba a revelar.

En el sismo del 85, recuerda que días antes Pedro le prestó una cámara y dos rollos para sus prácticas de la universidad, un día antes de la tragedia fueron a celebrar el primer aniversario del periódico La Jornada, “ya sabes, hubo fiesta, éramos jóvenes al otro día nos despierta el sismo, estábamos por Tlatelolco, nos pusimos a tomar fotos, inocente, lleve mis negativos al periódico La Jornada y me las publicaron, Pedro se enteró” desde ese momento se le abriría la primer puerta, para sumergirse al mundo del fotoperiodismo.

En el año de 1986, estudiantes de la UNAM crearon el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) con la finalidad de revocar las reformas que proponía en ese entonces, el rector Jorge Carpizo. Eloy colaboró tomando gráficas del movimiento estudiantil.

En el 84 su hermano Pedro Valtierra quien trabajaba en la Agencia Imagenlatina decide abandonar el proyecto para unirse a La Jornada, siendo su primer jefe de fotografía hasta 1986, debido a diferencias editoriales abandona el periódico y decide crear su propia agencia: Cuartoscuro, que inició en el mismo edificio donde ahora se encuentra Eikon, con muebles y puertas hechas por su padre, don Juan Valtierra.

Eloy recibe la invitación de su hermano Pedro para trabajar en el nuevo proyecto, junto al fotógrafo zacatecano, Juan Antonio Sánchez, los tres inician Cuartoscuro.

“Empezamos trabajando, sí me interesaba echarle la mano a mi carnal porque siempre nos apoyaba, aunque parecía que la fotografía no me interesaba como un proyecto de vida, tuve que ayudarlo, yo creo que Pedro al ver mis fotos del sismo me eligió a mí”, precisa Eloy y aclara que poco a poco se enamoró de la fotografía, terminó su carrera de Biología pero decidió dedicarse de lleno al fotoperiodismo.

Enviado por Cuartoscuro, Eloy con tan sólo 23 años viaja a la última ofensiva guerrillera en El Salvador donde su ojo como fotógrafo se desarrolla y su trabajo periodístico tiene racionalidad, más allá de sólo informar. “Un conflicto armado es la experiencia más gratificante, con más adrenalina. Ahí aprendí el valor de la vida, a entender que un pequeño movimiento hace la diferencia entre la vida o la muerte, el valor de la imagen está a veces en arriesgarse un poco y captarla. Creo que quien muere haciendo lo que le gusta, sigue vivo por siempre”.

Después de colaborar con su hermano, Eloy decide crear su propia agencia informativa fotográfica en 1994, una de las primeras agencias digitales en el país, Eikon (“imagen” en griego) que surge como una nueva forma de informar y asesorar a los medios.

Explica que aun teniendo su proyecto, continúa colaborando con la revista Cuartoscuro, “no necesariamente uno debe pelear para empezar algo nuevo, muchos lo ven así desde afuera y más en México, pero Pedro y yo seguimos platicando y asesorándonos, nos complementamos”.

Hoy en día Eikon sigue vigente, innovando su página Web y apostando a las nuevas tecnologías y nuevos contenidos. “Los momentos fotográficos son extraordinarios, son momentos en los que solo un ser visual puede tener esa excitación, así como lo hacen los músicos al lograr armonía, sonidos y demás; creo en la sencillez y la práctico todos los días, la sensibilidad y la capacidad de asombro son cualidades que un fotógrafo no debe perder”

Al tener más de treinta años de experiencia en el mundo de la fotografía y colaborar en distintos diarios del país, Eloy se emociona al recordar uno de sus más grandes logros cuando una de sus fotos titulada “El soplón”, de su serie “Cuna del narco”, que realizó en Sinaloa en 1993, formó parte de la colección México a través de la fotografía, una exposición exhibida en el Museo Nacional de Arte (Munal).

El soplón. Foto: Eloy Valtierra / Eikon

“La imagen me gusta primero, me llena mi espíritu, después la comparto y si esa imagen les gusta, me colma doblemente y es gratificante si a los demás les encanta el trabajo que uno realiza”, comenta Eloy Valtierra, quien después de su maestría quisiera continuar estudiando el doctorado. Su objetivo principal es seguir formando jóvenes fotógrafos, seguir apostando a Eikon y tratará que la fotografía no sea utilizada sólo para ilustrar, sino demostrar que es conocimiento, darle esa intención y no dejar que la basura visual que hay en las redes se imponga.

Retrato de un comerciante marfileño en México

Por Verónica Méndez Jiménez

Su nombre es Morís (¿Maurice?) Kande, joven africano de Costa de Marfil, quien decidió emigrar a México hace algunos años.

Es alto, delgado, de tez oscura, tiene el cabello corto pero a pesar de ello, se puede apreciar lo encrespado que está. Sus ojos son oscuros y los labios muy gruesos.

Al mirarlo; resalta la parte esclerótica de sus ojos, esa porción blanca que contrarresta con toda su fisonomía. Al igual que las uñas de sus manos, que no pierden su tonalidad rosada combinando con sus negros, largos, delgados pero fuertes brazos.

Es vendedor de accesorios para dama. Solía tener un puesto en la Avenida Ribera de San Cosme, cerca de Insurgentes, frente a la zona de bancos; pero hace algunos meses las autoridades de la Ciudad de México, al considerar que ese bloque de puestos donde él trabajaba estaba fuera del área comercial, optaron por removerlos de la zona.

Morís Kande. Foto: Cortesía del entrevistado

Morís Kande. Foto: Cortesía del entrevistado

Su socio es un salvadoreño de nombre Waldo de Jesús Guzmán Ramírez; de quien recibió ayuda, techo y trabajo cuando llegó a nuestro país.

Morís no habla casi nada de español y batalla mucho para poder comunicarse con la gente. Ofrece sus productos de manera pausada y se muestra un poco distante con los clientes.

Tiene una apariencia seria; quizá hasta un poco tímida y reservada. Observa más de lo que habla. Pero, su trabajo es vender, así que debe hacer un esfuerzo con el idioma y ofrecer su mercancía para tratar de convencer a los transeúntes. Sólo que él no se dirige a ellos llamándolos; espera a que algún interesado llegue a su puesto y es, hasta ese momento, cuando comienza a decir: ¡Mira, bonito!

Él habla francés, pero por consideración a su amigo Waldo, cada vez que se le pregunta algo, trata de responder en español, aunque prácticamente no se le entiende, pues son pocas las palabras que sabe pronunciar en nuestro idioma.

Waldo lo mira con una especie de compasión y expresa: ¡No sabe ni pedir de comer en español! ¡Se moriría de hambre! ¿Qué va a hacer?

Cada pregunta hecha se la responde a él. Lo mira y muestra gestos de reverencia hacia su persona.

Al mencionarle su país de origen, inmediatamente, su rostro se torna triste y sus grandes ojos no pueden disimular las ganas de llorar. Piensa que México es un país muy libre, allá él no tiene la misma oportunidad de hacer lo mismo. ¡Y confiesa que le gustan mucho las mexicanas!

Pero, Waldo debe partir. Y le atemoriza dejar a su amigo con una extraña. De manera, que disimuladamente, va con otros comerciantes y les pide pongan atención a lo que pasa con el africano. Bromeamos diciéndole Au revoir! (¡Adiós!).

Morís se anima y ahora sí, comienza a sonreír y dice adiós a su amigo con la mano. “Au revoir!”, le repite constantemente jugueteando. Waldo se preocupa aún más pero, se marcha.

Continúa la entrevista en medio de lecciones de francés; repasamos los números, los saludos y llegamos a lo mejor. ¿Cuánto gana por su trabajo?

No quiere decir, es poco, sólo un porcentaje. ¡Lo mínimo, siempre y cuando venda!

Un hombre que vende camisetas al lado; se acerca y no disimula nada, así que debemos preguntarle:

-¿Lo enviaron a espiarme?

Él se apena y al verse descubierto, tartamudea y sin mayor pretexto se va.

Llega otro, y otro. Así que está claro; Waldo les pidió a todos que estuvieran atentos hasta echarme.

Compro unas pulseras y creo que es mejor despedirnos.

À tuot à l´heure Morís! (¡Hasta luego!).

Él sonríe mostrando sus enormes dientes y responde contento À tout à l´heure!

Se queda tranquilo y hasta un poco alegre, ¡ha hecho la primera venta del día!