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Las Duelistas

Por Marcia Nava Rivas

Espero a que den las seis de la tarde para salir de la oficina, le he pedido a mis compañeros del trabajo que me acompañen a visitar una pulquería,  tres de ellos aceptan: Clauss, a quien conozco de hace tiempo,  Ik, que acaba de incorporarse a la oficina, ambas asiduas bebedoras de pulque y Uliuli, un arquitecto de software quien irónicamente, siendo habitante del Estado de Hidalgo, jamás ha probado gota del delicioso y viscoso líquido.

Nuestro destino pulquería Las Duelistas.

Desde fuera el local llama la atención, al centro una pared con Tlaloc inmortalizado en un colorido mural y a los costados un par de puertas negras estilo cantina montadas en columnas de mosaico de esos que utilizan en los hoteles de paso para darles más caché y colgada una plaquita con letras rojas que anuncia: “Prohibida la entrada a menores de edad y uniformados”.

Al entrar, para mi sorpresa hay varias mesas vacías, la última vez que vine a tomar pulque fue en una especie de tour por el México underground con un amigo proveniente de Fresno, California y estaba tan atascado el lugar que tuvimos que pedir el pulque para llevar en envases de unicel  y tomarlo con popote en el parquecito que se encuentra a un costado.

Foto: delegacion17.wordpress.com

Foto: delegacion17.wordpress.com

Después de instalarnos en una mesa del fondo y sentarnos en cuatro banquitos, se acercó un mesero: ¿De qué van a pedir? Claus pidió de apio porque la presentación era muy nice con el tarro escarchado con chile piquín, Ik optó por el tradicional pulque de avena con canelita espolvoreada y yo pedí un pulque de guayaba. Uliuli después de probar cada uno de nuestros pulques se animo a pedir uno de guayaba, era de esperarse ese toque dulce y acidito cae bien al paladar.

A un costado de nosotros se encuentra una barra y al fondo unas repisas de madera sosteniendo tarros plásticos de colores, acomodados en pirámide, y por ahí un chico de gorra negra, aislado en la música de sus audífonos, lavando la “cristalería fina”.

Es curioso, pensé, y creo que lo pensé en voz alta porque cuando me di cuenta estaba relatándoles mi historia con esta pulquería a mis acompañantes, “…recuerdo que hace como diez años conocí este lugar, fue mi cuate el Rancio el que me introdujo en el universo de las pulcatas del Centro; en ese entonces Las duelistas aún conservaba ese toque de antaño y de barrio, sólo había un baño sin puerta, las paredes eran viejas y deslavadas, únicamente acudían los parroquianos de siempre: albañiles cansados de la jornada, ancianos que gustaban de tomar pulque y llenar la tripa con la botana del día mientras hablaban de futbol o luchas”.

Hoy todo es muy diferente, ahora son jóvenes los que acuden a Las Duelistas, el techo y las paredes brillan adornadas de hermosos diseños prehispánicos con un estilo punk, recuerdo también de que me tocó ver cómo se iba poblando el techo con estos diseños, era un chico flaco, desgarbado y de barba el encargado de tal obra de arte, y cada que regresaba a la pulcata un espacio había sido rellenado con su creatividad y él siempre daba un trago a su pulque antes de tomar brochas y pinceles para después colgarse del techo, aún se escucha el rumor de que Don Arturo, CEO del establecimiento, le pagaba su trabajo en especie, es decir con curaditos.

No cabe duda que el tiempo no pasa en vano ni tampoco las clausuradas que le metieron a esta pulquería, ¡Ahora hay dos baños y ambos con puertas!, en las paredes al lado de una representación de algún dios prehispánico están enmarcados los permisos de salubridad y un botiquín de primeros auxilios colocado junto a un extintor de forma estratégica; la vieja rockola permanece, parece utilería de Volver al futuro, ahí mismo, arriba, hay una pantalla de plasma montada en el muro. ¡Uy, que modernidad!, un rasgo corporativo se vislumbra en el ambiente: meseros con playeras serigrafiadas lucen el nombre Las Duelistas, usando mandil y un trapito para limpiar las mesas.

Foto: opuscante.bolgspot.com

Foto: opuscante.bolgspot.com

Pegada a la pared detrás de la barra se encuentra una estufita con las cacerolas ya vacías, la botana se terminó, el guisado del día, chicharrón en salsa verde y charalitos extintos por la tripa exigente de jóvenes intelectuales que se pierden en un dialogo acerca del desnudo como medio de expresión artística. “No, güey, el desnudo sólo funciona como medio de expresión cuando transgrede” ¿Pero qué tanto puede transgredir en la actualidad? “En Medio Oriente, ¡imagínate el impacto que genera la imagen de una mujer desnuda!”

Don Arturo, sonriente, camina por aquí saluda por allá, se detiene en algunas mesas e intercambia algunas palabras con la banda, da instrucciones a los meseros: “Una cubeta de apio para esta mesa; échale cloro al baño; recoge los tarros de aquella mesa”.

Ya se está terminando mi pulque, doy un vistazo más al techo y las paredes, una serpiente emplumada permanece estática alrededor de tres de los muros, lo mismo que los espejos montados también alrededor, crean la ilusión de que el local es más amplio, en el techo flores de girasoles y un calendario azteca.

Nosotros debajo y todos debajo de este universo prehispánico, siendo parte de este momento en que lo pasado permanece y el presente se vive bebiendo el pulque, néctar para los dioses.

Vehículo de sus sueños

Por Diana López M.

“La gente no espera escucharte, no viene a eso, entonces te los tienes que ganar, si vas contento y brincando, les alegras el día y es cuando te va un poquito mejor y te dan más dinero”, comenta Juan, acompañado por Brenda, se dedica a tocar música en el Metro.

La pareja es parte de los miles de vagoneros que se apoderan de las líneas del Metro capitalino todos los días. Inician su recorrido a las diez de la mañana en la línea roja que va de Martín Carrera al Rosario. Brenda con apariencia notablemente rockera tiene 23 años e inició en dicha actividad hace un año, aunque no deja su carrera en criminalística, y Juan, cuya única profesión es ser músico, lleva sólo 6 meses; aunque dice que le gustaría estudiar música y hacer una carrera.

Brenda, Juan y algunos jóvenes se reúnen en la estación 18 de Marzo para trazar sus rutas de viaje, planear su lista de canciones y sobretodo afinar sus instrumentos antes de iniciar su jornada laboral.

–Brenda, ¿por qué el Metro?

–Pues, no sé, es divertido, bueno, la gente te ve y el contacto  hace que te des cuenta si lo estás haciendo bien y si estás agradando a tu público.

–¿Se puede vivir de la música en México?

–Claro que sí, mil veces, es cuestión que te muevas.

–Cuéntame de los problemas a que te enfrentas al trabajar en el transporte público.

Foto: maspormas.com

Foto: maspormas.com

–El principal es el Sistema que no nos deja trabajar aquí, ya que está prohibido por tratarse de una falta administrativa hacer ruido en el Metro y hemos tenido varios problemas por eso.

–¿Qué tipo de música tocas?

–De todo un poco, más que nada rock en español , música de los 60  y de repente una que otra complacencia.

–¿Qué te motiva seguir en la música?

–Me gusta, es mi pasión , a eso quiero dedicarme toda mi vida.

–Cuéntame tus planes a futuro.

–Quiero terminar mi carrera, que no tiene nada que ver con la música, pero voy a seguir aprendiendo música. Quiero empezar a tocar el piano y poder formar pronto mi propia banda. Quiero llenar estadios y que todo el mundo me conozca –finaliza Brenda un poco nerviosa.

Durante la plática, Juan afina su guitarra, y esperando al grupo que va a tocar con él ese día.

–Cuéntame tu experiencia de tocar en los vagones.

–Es bastante divertido, convives con la gente y es algo como sorpresivo porque la gente no espera escucharte. Te tienes que ganar su cariño, por decirlo de alguna manera.

–¿Qué tipo de canciones tocas?

–Un poco de rock en español, un poquito de rock and roll, rock clásico, depende del gusto de la gente.

–¿Alguna experiencia desagradable que te haya pasado?

Pues, aparte de las caídas y todo lo que te provoca un frenón del Metro, los operativos que luego hay, y nos llevan a la delegación, y pues ya sabes nos toca estar allí un ratito.

–¿Cuántas veces te han detenido?

-A mí sólo una vez, pero no iba tocando ese día. Acompañé a una amiga y, como traía la guitarra,  también me llevaron. Yo iba platicando con mi amiga que sí iba tocando, por eso nos llevaron a los dos.

–¿Se vive de la música?

–Si sabes buscar, sí se puede vivir de la música en México, pero mucha gente diría que no se puede vivir de esto y así, pero sólo no te quedes atrás, ya que hay muchos músicos muy buenos que te pueden ganar el lugar porque tienen más talento que tú o se han esforzado más que tú.

–¿Cuánto sacas por día?

–Depende. Así como puedes tener días de 100 pesos, puedes tener días que te vaya un poquito mejor, pero eso es depende de cuánto te esfuerces, de tu actitud y hasta de tu vibra.

Al ritmo de Love me two times se despiden estos dos jóvenes rockeros que utilizan los vagones del Metro, escenario y soporte de sus sueños; sufrido transporte que mueve diariamente a 4.5 millones de capitalinos.